jueves, 15 de abril de 2010

"Ya pasó, llama a tu hermano, por favor..."

Poco a poco todo vuelve a la normalidad; quizás el temor aún vive en los corazones y con cada movimiento se nos acelera, haciendonos involuntariamente desear que no continue, y que todo siga como hoy.
Muchos nos dormimos con la esperanza de despertar en la mañana sin novedades, sin noticias que informen de un suceso nuevo, con directa relación al anterior, aquel que destruyo familias, vidas y sueños.
Nada será igual después de aquello; pudimos ver la fortaleza de nuestro pueblo, pero también la escoria humana en que somos capaces de convertirnos: saqueadores, rateros, vulgares ladrones, con la excusa de la necesidad absoluta, sin evocar nunca el descontrol, el aprovechamiento y la partida personal. Siempre culpando al resto de lo que nosotros nunca seremos capaces de hacer: tomar una decisión.

Fue increíble la unidad del movimiento conciliador, que hasta hoy repercute en todos lados. Nos miramos la cara con una sonrisa, a sabiendas de que si trabajamos por un fin común seremos capaces de lograr lo impensado, desafiando la politica, la religión y las razas.
Como hormigas trabajando por un ideal, lograr ver a nuestro país nuevamente en pie, surgir entre las potencias con la gloria que nadie equipara, ver flamear la bandera a asta completa, sobre el cielo azul iluminado de sonrisa.
Unidad de los hermanos, que aunque no compartimos tierras, nos mantiene unidos un pasado común y un sentimento más fuerte que la amistad, la fraternidad, de la entrega ciega, dar es dar, poco a poco todos aportaron y tendieron una mano a nosotros, victimas del siniestro, ciegos en la catastrofe, incomunicados en la oscuridad.

Muchos aún sufren los efectos, y embates de la doble tragedia, consumidos por la tierra y el mar, sueños derrumbados y ahogados bajo toneladas de escombros y agua.
Quisieramos poder ser como antes, pero ya es así, inválidos de fortaleza continuamos el dia a dia, frente en alto, casi obviando lo acontecido.
Hacemos oidos sordos a lo poco sobre pie que queda, y orgullosos de llevar la estrella, caminamos por la calle y viajamos bajo tierra, como si todo fuese sueño, una mala película, un grito ahogado en la rutina.

Las prioridades no siempre son respetadas; cuando se busca acelerar procesos, o continuar con un proyecto detenido, éstas son violadas, ultrjadas, abandonadas, y se hace todo en pro del desarrollo rápido, instantáneo; vuelta la página y si te quedaste atrás, lo sentimos, el mundo continua avanzando.
Lloramos tu desgracia, y al siguiente momento vuelvas a ser esclavo del trabajo y rutina, sin respetar el luto ni la necesidad de meditación. Obligados ser funcionales, las secuelas del evento viven en nuestras manos, sentimos el cosquilleo de la incertidumbre, pensamos en el o ella que están lejos, y aquella madrugada nos acompañan junto al marco de la puerta diciendo "Que termine esto, por favor Dios..."

Seguimos vendiendo productos, e instalando servicios; continua la educación de los niños, y el robo de los políticos. Avanza la carretera y se alarga el Metro. Todo fluctua en sus parámetros normales, con tendencia al crecimiento explosivo.
¿Por qué?

No lo sé...