
"...Aquel día la encontraste, sentada al borde de su oscuridad, la miraste y sonreíste... fue cuando ella también lo hizo. Fue la primera de muchas, pero fue la más sincera y desinteresada, porque no te conocía, no sabía nada de ti, ni tu de ella, sólo sabías que dentro de ella había algo... algo que deseaba quererte, tomarte y hacerte soñar. No te equivocaste, pero dudaste muchas veces del verdadero sentido de esto.
¿Qué buscabas?, tu vida era perfecta, no debías mancharla con sangre inocente, con lágrimas ajenas, lejanas a tus propios problemas. Estabas decicido a entrar a un mundo nuevo, a su desesperación, a buscar la celda donde gritaba su alma, dispuesto a liberarla, y ver que sucedía. Ansioso... ¡esa es la palabra!, estabas deseoso de saber que pasaría, que tan lejos podías llegar, un desafío para tu alma y tus manos, donde cada palabra que escupieras tendría su valor, su respuesta y su reación. La usaste para conocerte, para medir tu capacidad de amar. ¡Eso pensaste cuando la viste ahí, acurrucada entre sus brazos, a la espera de su esperanza, de su ilusión, de aquel tipo que prometió un cielo rojo, lleno de rosas y caricias, de aquel tipo que según dijo una vez "Nunca antes había conocido"!.
Te aprovechaste de su vacío, querías llenarlo y huir, esperabas algo fácil, tu buena acción para ganarte un pedazo de tierra al morir, querías un reconocimiento, que muchos dijeran "bien hecho", pero no, no calculaste en tu algoritmo inépto cuánto pesaba su alma, cuales eran sus intenciones, ¿buscaba sanación, redención?, o tal vez, ella en verdad era una prueba, pero con corazón, uno fuerte, que trataba de no ahogarse en sus latidos, si no que quería bailar al compás de otro, un par, un corazón dispar, único como él.
Quisiste hacer oídos sordos, necios a su sonido, a su palpitar, que poco a poco invadió tu pecho, tu cabeza, sólo pensabas en ella, en su vivir, en su despertar, en su pestañear, al punto donde ella respiraba y tu exhalabas su aire, absorto de sueños lejanos, sofocados de amor, pero distantes, cada uno buscando su objetivo, en guerras personales, totalmente absurdas, movidas por el egoísmo, el bienestar y el recibir más, más, hasta no necesitar al otro.
Un corazón dentro de dos cuerpos, pero dos razones desequilibradas luchando por dominar al otro, haciéndo el amor venenoso, tedioso, amorfo, perdiendo las manos, escuchando con los pies, y hablando sólo con los ojos. Mataron el lenguaje inventado por ustedes, borraron todo rastro de escritos, de jeroglíficos impresos en sus viajes, en sus cercanos, borraron toda huella de humanidad, de fraternidad, pero aún así... deseaste lo mejor para ella, a sabiendas de que todo terminaría en picada.
Ella, con su disfraz de villana, diciéndote que todo habia cambiado, que lo que los unió, aquel agujero, ya había sido sellado, y ahora era una pared que lo separaba, que ahora debías amar el nombre de otra persona, porque ya no había cabida en su pecho para tus palabras, sus oídos estaban arrebatados de promesas, y sus manos estaban manchadas con tus lágrimas.
Se habían invertido los papeles, o fué así de un comienzo, tu eras el malo disfrazado de oveja, y ella realmente era buena, querías pervertirla a tu antojo, que siguiera tu camino, pero se dió cuenta, y frenó tu ímpetu totalitario de ideas, calló tus pasos, levantó el tapón del recipiente que acumulaba tu hedonismo, y se vació, con un remolino toda tu fortaleza, tu decisión, tu sol y tu corazón.
Lo arrancó de tu pecho, lo besó, lo tiró al piso, y pateó, porque no era aquel que la había enamorado, aquel corazón que le cantaba sus noches, era diferente, era duro, conformista, y estaba satisfecho de cumplir su misión, ¿Qué misión?, pues, la que te planteaste y asumiste cuando la viste, cuando su alma lloraba lágrimas de cristal, esa misión, la habías olvidado, pero tu razón no. Quisiste engañarla, pero es más fuerte, tu instinto fue vencido, no la amaste, la sanaste, no fuiste amado, sólo recompensado.
Pero ahora, estando ella sana, no le sirves, no cumples las espectativas, ella necesita un razón para vivir, no un corazón que sanar... ¿Te diste cuenta?, ahora eres tú, ella tiene tu mirada, ella no tomó tu decisión: decidió avanzar, ser feliz, no estancarse en su adicción a ayudar.
Ves tus ojos en ellas, usa tus palabras, y sientes el dolor punzante en tu alma, que como agujas se clavan una a una por cada día que entregaste a ella. La llamas cuervo,y te arranca los ojos; la llamas lagartija, pero se robó tu sol; la llamas bestia, pero no lo es, ese eres tú. Tú y tu percepción errónea de su vida, ni siquiera la tuya, querías la de ella, tener dos, querias proyectarte, que quedara como testimonio de tu "hazaña caritativa", de tu entrega, pero ¿sabes?, ella notó tu error, renunció a su humanidad, y te golpeó tu orgullo, estúpido, bajaste la guardia, cuando creíste que sería fiel a ti, planeaba su contra-ataque, esperando, ansiando decirlo, escupirlo en tu cara, como tu escupiste la suya. Tomar tu alma, pesarla junta a la de ella, y al fin, comprobrarte, que tu fórmula era correcta, pero no absoluta...
El adiós se tatúo en tu frente, después de cerrar su puerta, y fuiste incapaz de volver a hablarle, a ser parte de su vida; renunciaste a tu corazón. Querías uno nuevo, el que tenías ya expiró, llegó a su límite.
Estabas asqueado de tanto amor, y creaste un anticuerpo para él, pero pasando los días, notaste que querías el corazón de ella, aquel que moldeaste con tus manos, que sacaste el polvo e hiciste propio algún día. No querías otro, necesitabas ese. Era tuyo, te lo mereces, hay sangre y lágrimas tuyas en él.
La amaste, le agradeciste, pero ella te ignoró, calló tus palabras con olvido, avanzó una página en su vida, y te selló en la portada de su historia, sólo el prólogo de su vida, de su amor.
Todo lo que le enseñaste, ahora era de otro, uno que encontró su corazón reparado y lo amó sin miramientos, sólo con la convicción de ser felices, y ella, pensó en ti, y acepto, dió un paso con él, y fundió su corazón con el otro.
Lo perdiste, tu obra maestra...¿Si me causa risa?, claro, eres patético, te robaron, fuiste emboscado por un extraño.
Tus lágrimas engendran promesas para otro, tu sangre induce caricias en una mano extranjera a tu mundo, tu corazón se une poco a poco a su nuevo dueño, perdiendo todo recuerdo de ti, matándote, alimentado tu total olvido, quedarás enterrado bajo kilos de escombros, tus propios escombros...
Y pasa el tiempo, tu refugio se levanta poco a poco, y tu caparazón se endurece luna tras luna, aniquilando todo lo relacionado a ella, lento, el tiempo sana tu herida, pero nada llena el espacio que dejó la partida de tu corazón, nada es normal para tí, todo tiene gusto a venganza, a ira, impotencia, todo, hasta el mínimo gesto de tu boca, es movido por el odio hacia él, el que profanó tu santuario, violó el tabú, y hoy te encara, como trofeo de guerra, tu corazón en su pecho. Maldito, ¡oportunista desgraciado!
Extrañas las promesas, extrañas las melodías de sus besos, ya casi no recuerdas su latido, su rostro, pero tu rencor te mueve, sólo basta una señal, para provocar tu transformación.
Realmente decidiste abandonar tu humanidad cuando la tengas en frente, es tu arma secreta. Ella estará sola y tu podrás arrebatarle lo que creaste para ella, no importa las consecuencias, tienes cien años de perdón por tu acto, ojo por ojo, corazón por corazón...
Se decidió el día, el lugar es elegido milimétricamente, especialmente para crear confianza, una cortina de humo, la necesitas, será una operación delicada, pero sólo tienes tus manos, no existen herramientas ni ayudantes. Sólo tú y ella.
La ves acercándose, se sienta a tu lado, esconde el rostro. Estás listo para saltar contra ella, apretar su cuello, asfixiarla en nostalgia y robarle. Pero toma tus manos, y el sólo tacto de su piel en la tuya, deja tu mente en blanco, haciéndote olvidar todo, haciéndote sólo hacer una cosa: mirarla a sus ojos, aquellos ojos que te enamoraron, que te hicieron dudar la primera vez. Aquellos ojos que ahora se notaban tristes, apagados, ¿Dónde había ido el fuego?, cenizas en sus pómulos, caen cenizas de sus ojos...
¡Ahora!, abandona tu humanidad, despierta el lobo que duerme dentro de tí, destrózala, lo merece, por dejarte abandonado en la estepa, donde vagaste años en busca de respuesta, cúlpala de tu agonía, de tus lamentos, de tus aullidos. Está al alcance de tus garras. Lentamente las sacas, y acercas tus manos a su pecho; escuchas suavemente su corazón, ¡tu corazón!, y mientras te acercas, aprovechando que sus ojos se pierden lentamente en los tuyos, notas que la melodía es difusa, extraña, en escala menor, melancólica, pero con matices de felicidad, de dicha, de...
¡Lo descubriste!, no hay un corazón, si no dos, dentro de su cuerpo, pero hay más... dos almas, ¿Estás desconcertado?
Claro, era algo que nunca esperaste...
Ella suavemente pone su rostro en tu hombro y pide perdón.
Te paralizas, congelado en conmoción, escondes tus manos y sueltas las suyas, ¿Es posible, es posible, es posible, es posible...?
Tu corazón ha dado luz a otro, uno inocente, sin culpa de todo, ajeno a tu historia. Un corazón puro que sólo espera el momento de amar a otro, de amar el tuyo, de amar el que te robaron...
Una lágrima cae por tu cara, pero las palabras están atascadas en tu garganta. Tus ojos reflejan felicidad, pero tu fría piel odio. Sientes mil emociones combinadas, un dulce sabor en la boca, pero metálico en tu estómago.
Se te oscurece la mirada, pierdes de vista tu venganza, como un túnel oscuro, un laberinto, atrapado en tus instintos... quieres matarla, amarla, quieres explicaciones, reacciones, quieres besarla, quieres abrazarla, quieres envenanarla en culpa, quieres... no sabes que quieres.
Ella toma tu mano y la pone sobre su vientre. Es ahí cuando descubres tu deseo: protegerla, dejarla ignorante de tu pasado, hacerla feliz, sin importar la tuya propia.
Imaginas su corazón latiendo junto al tuyo, abrazados durante el frío invierno, corriendo entre el pasto en primavera, sobre la arena en verano, y saltando sobre las hojas en otoño.
La ves grande, pregúntadote de la vida, del amor, podrás compartir con ella lo que ahora sientes, lo que ahora eres...
Hay una parte de ti en ella... ¿no?
"Perdóname", esa palabra articulan tus labios y resuena en tu conciencia.
Sabes que ella nunca será tuya, nunca, es más, si ella quisiera podría sacarte de un soplido de su vida. Estás apostando todo, ¿y si pierdes?...¿matarás en nombre de ella?, ¿lloraras en su memoria?
Ella ya tiene dos almas que la guían, ¿una más?, pues eso es imposible... puedes ser un alma anexa, pero nunca tomarás el lugar de ellas. Son únicas, sangre de su sangre, ellas moldearon la suya, son prácticamente todo para ella.
En cambio tú, tú... Aguarda, busco la palabra adecuada, que no suene agresiva...
¡TÚ NO ERES NADA PARA ELLA!
y deberás entregar tu alma voluntariamente para lograr que ella tenga recuerdos tuyos, es un sacrificio gigante, tu naturaleza egoísta no te dejaría hacerlo, estoy seguro, aunque maldigas tu estirpe, su animal interior, así eres, y nada, ni siquiera este encuentro con el destino te cambiará...
El mal es potencial en las personas, tanto o más, como lo es el bien, aprende eso, te ayudará a entenderte...
Siempre serás un villano disfrazado de héroe, porque eres así, las almas que te forjaron eran así, y es una cadena, ¿Te crees tan poderoso de romper el destino que yace escrito en piedra?
¿Estás diciéndome que estarías feliz de condenar tu alma, por verla sonreir a ella?
¿Eso pretendes decir?
Sucio humano, no sabes nada...
Ésto fue sólo un encuentro casual con tu vida, ahora verás tus límites, y te odiarás, porque tu alma no corresponde a tu instinto, alguien erró el asignarla a este cuerpo... y ese alguien, lo conoces mejor que a ti mismo..."